Yo amo a los pobres, porque de ellos aprendí:
A gatear, a caminar, a comer, a hablar, a bailar,
a correr, a reír, a cantar, a silbar, a gritar, a llorar, a soñar, a sudar,
a hacer los primeros rayones sobre papel en blanco,
a escribir, a leer, a dibujar la vida,
a montar a caballo, a ensogar, a domar,
a limpiar los potreros, a sembrar, a ordeñar,
atizar el fogón, a herrar, a cultivar,
admirar la belleza y olfatear el perfume de las flores.
A disfrutar la sombra de los árboles,
con ellos aprendí: que la libertad es el vuelo de los pájaros,
a pasear, a suspirar rendido ante la grandeza de los campos,
a tomar la leche de la teta de la vaca.
Yo amo a los pobres, porque con ellos aprendí:
a formarme en valores, a pasar hambre,
a ver a mi madre repartir una paledonía entre todos sus hijos,
acostarme sin comer, a bañarme en la lluvia o en el chorro de las tejas,
en la quietud de los pozos, en la limpieza de las cataratas,
en los manantiales, en los ríos, en las aguas de las lagunas.
Aprendí a respetar a los mayores, a decir nono y nona y pedir su santa bendición,
aprendí de ellos a ser responsable, a practicar la humildad,
a saludar todos los días, a socorrer al vecino,
a compartir el alimento, a ofrecer mi abrigo.
Yo amo a los pobres porque con ellos aprendí
a rezar, a creer en Dios, a tener fe, a amar a mi familia,
ayudar a levantar al caído, animar en su lecho al enfermo.
Yo amo a los pobres, porque con ellos aprendí a ver el sol
y sentir su calor, a contemplar la luna en su marcha nocturna
a ver en su forma a las estrellas y apreciar el titileo.
Amo a los pobres, porque me enseñaron:
el sabor de la vida, el olor de la noche, el transitar del día,
yo amo a los pobres, porque llevo feliz la cruz de la pobreza en mi pecho
porque con su trabajo nos dan alimento, comodidad y vida,
yo amo a los pobres, porque se sentir el dolor de la necesidad
de ellos aprendí, a comer con las manos sudadas y sucias,
de ellos aprendí, que el sudor es salado,
de ellos aprendí andar descalzo y dejar las huellas estampadas en la tierra para siempre.
Amo a los pobres, porque ellos no conocen el odio, ni el egoísmo.
Amo a los pobres, porque cuando tuve frio me cubrieron con su manto.
Amo a los pobres, porque ellos, sin mirar para quien, trabajan todos los días.
Amo a los pobres, porque no pueden alimentarse sin derramar el sudor de su frente.
Amo a los pobres, porque se su humildad se alimentan de valores.
Amo a los pobres, porque al tocar sus manos siento los cayos de la tierra.
Yo amo a los pobres, porque en su frente se ve reflejado la espiga del trigo.
Y en su sonrisa la pureza de sus palabras y el perdón por lo que no han podido realizar.
Y finalmente los amos, porque la puerta del cielo nunca se cierra para ellos.