En lo alto
muy cerca de los pies de Dios -digamos-
pasa rajando la melodía del cielo
quebrando su infinito,
así viene la ilusión de acero.
Abajo
se inquietan y reciben el golpe
un par de ojos húmedos
adheridos a una sombra de carne y hueso.
Arrastran sus tobillos
y nadie ve
tempestades de nostalgias.
No levanta las manos
porque las tiene atadas,
no estira las piernas
porque las confundieron con raíces,
no alza la voz
pues su lengua no ha de tener voto
y aprendió a gritar en silencio.
Llevarse el pan con sudor de sangre
o de dientes
o despedazando la verdad
es un delito
ya casi un crimen.