Veo como el tiempo se come tu piel
Las capas de la vida surcan tu carne
Y entre aquellas canas tus dedos madre
Parecen fusionar un pasado y un presente
Ahora te miro y pienso que no estás
A veces busco en tus ojos el brillo de la luna
y consigo muchas luces en la inmensidad
Luces vagas, luces titilando y no se van
Sufro al sentirte toser frenéticamente
Frente al frío o después de la lluvia
hace apenas unos años la recogías
En el patio como cualquier petunia
Después de dar tanto de manera infinita
Ando en tus palabras de ayer y hoy son precisas
Son todas aquellas que necesité viejita
Para descocer el hilo torcido de esta vida
Tu voz ahora no parece dormir
suena pausada, se oye en retardos
como de marcha fúnebre de Chopin
como de cuentos cortos y bizarros
Sufro yo al verte casi cuajada en tu silla
dulce, gelatinosa, con el siglo en las mejilas,
comiéndote las palabras, sin burdas, sin mentiras
Naturaleza muerta, amanzadora de atilas
Perdóname vieja por causarte tantas arrugas
por haberte provocado tantas lágrimas, tantas canas,
tus descalcificados huesos y tu memoria golpeada
y calcinada por el sacrificio de los años.