A veces es esa nostalgia
de los ayeres
que no quisieron irse
sin dejar rastro
en conjugaciones de tiempo
-yo amé, yo tuve,
yo fui en algún momento,
tú me amaste, nos tuvimos,
ellos nos vieron flotar en el viento-.
Otras es aquella nostalgia
por los sueños
que aún no llegan
-aunque nunca lo prometieron-.
En algunas otras
es la nostalgia chicha
de sentirse solo, muy a pesar
de andar con el mundo codo a codo.
Pero esta vez
es la nostalgia de un silencio
que sería certeza y no nostalgia
si enfrentito tuviera a esos
tus benditos ojos tiernos.
¡Ay de las nostalgias!
Son ellas y no otra cosa
la prueba del amor humano
por lo etéreo.
JCEM