Una princesa en el jardín del edén,
mil rosas hermosas florecían con su presencia,
Princesa de los cielos, te fuiste sin decir por qué
y la flora del jardín perdio el color y la escencia.
Princesa, tan perfecta, inalcanzable,
huíste de mis brazos, de tu reino, tu jardín vivo y celestial,
Soledad y tristeza nos invadieron y sus males
destruyeron el templo de la felicidad.
Adiós, solo eso puedo decir,
desde tu partida, las sombras invadieron el cielo;
ahora todo es tan oscuro, decadente, tan infelíz,
y el colorido jardín falleció, pues te esperó sin consuelo.
Lágrimas de sangre corrieron por sus mejillas,
sus coloridas rosas, se volvieron negras,
sus decorados confines, se volvieron valles de astillas
y sus emociones, se convirtieron en piedra.
Ahora sólo queda el recuerdo,
y las sombras de aquello que alguna ves fue
Adiós mi princesa, lo dice este muerto
que hasta el último aliento, paciente esperé.