¿Qué viniste, ¡oh niña preciosa!, a hacer en mi vida de otoño?
Niña primavera, llegaste a mi vida en otoño,
cuando de mi árbol vital caían al suelo
las hojas marchitas que juntas
formaron una plácida alfombra en la cual
con pose coqueta tu cuerpo
descansó, descansó, descansó
hasta que los cuchillos brillantes del sol
te broncearon, ¡oh, niña!, la cara.
¡Parecías de bronce, mi niña!
Y llegado el invierno
volviste a mi árbol,
iluminadas de verde ¡al fin!
sus hojas.
¡Renacimiento ritual de los años.
Y de pronto
tus cabellos-cataratas se tiñeron
de nívea blancura
por las lágrimas
que de mis ojos invernales surgieron
para ofrendarte, ¡oh, niña!, su líquido
convertido en nieve.
¿Por qué, mi niña primaveral, te has negado,
al amor que te obsequia mi otoño?