Déjame imaginarte por dentro,
caminar por tus preciosos rincones y descubrirte.
Antes soñaba con inventarte,
pero no puedo con mis manos de barro,
moldear el aire ni atrapar el viento.
Me puse manos a la obra.
Me arrodille sobre el suelo lleno de serrín
y cerré los ojos esperando un toque de inspiración,
aguardando la voz de lo divino.
Una imagen, entre la bruma, me sirvió de guía
y comencé a girar sobre ella,
ahogándome a borbotones con lo sublime,
intentando merecer su pureza, sus detalles.
Corté sus curvas, limé sus cantos…,
en mi mente.
Apuré hasta el éxtasis mi destreza
y obtuve como premio:
un aire de nostalgia,
un afán de melancolía,
una cadena que me unía para siempre con mi pasado.
Ahí estaba ella;
tan bella como en mis sueños,
tan orgullosa como en mis despertares,
casi clamando con sus labios de madera
por una pizca más de una vida arrebatada,
por un soplo más de aire.
Y yo quise respirarla,
quise amarrarla a mis recuerdos,
serenarla en mi regazo
y vivir por ella.
Y seguir amándola,
desafiando al olvido