Esta flotando levemente,
abrazándome la cara,
iluminada en la noche,
más que el ultimo rayo del día
No hay pregunta alguna,
En sus ojos se ve fuego,
Uno azul en su cuerpo,
Uno rojo en su melena,
Desde el imperio romano,
No se habla de ella,
Épica lucha que consta el cielo,
Que recuerda la marea,
los volcanes rugen su nombre,
Una más que ve las guerras,
desde la cuna escucha la muerte,
ve como el cielo abre sus puertas,
Una joven sabia y serena,
que aprende amar,
desde la solitaria estadía,
Rencarnación de era,
Ante sí el mundo se cierra,
un joven inocente se enamora de ella,
Los dioses homicidas su juego empiezan,
De sombra posen la tierra,
Nace la divertida guerra,
Donde las lágrimas dan el sabor al mar,
Oh si, de nuevo no se sabe porque empieza,
cualquier excusa es valedera,
En el asqueroso olimpo rezan,
el joven ahora un valiente soldado,
que gana genocidas guerras,
Donde el oro jamás llega al pueblo,
Para él, el premio es de nuevo verla,
Verle correr cuando se percata del arribo,
tocarla, oler su cabello limpio y liso,
Por eso la razón de siempre salir con vida,
De nuevo suenan las trompetas,
El congreso ha hablado,
Una nueva matanza los espera,
y en casa goza el emperador,
El Soldado parte tras el beso,
zarpa en la caballería pesada,
con su escudo en mano,
los dioses miran hacia su pradera,
Una batalla al fin decisiva,
Donde el caballero cae ante el enemigo,
Esta ella aun esperando en casa,
llega la carta leída por el mensajero,
De nuevo se encuentra sola,
El emperador dos penique de oro,
manda como ofrenda,
Y ella con el dolor profundo,
Se revela ante la injusticia,
pasa vociferando al cielo,
quince mil muertos en la guerra,
y él dictador aun cenando,
Toma su corazón en mano,
Sale gritando al pueblo,
¿! Dónde están sus hijos ¡?
¿! Dónde están sus maridos ¡?
¿! Qué hay de nuestros hermanos ¡?
Las guerras por el imperio,
Nos los ha arrebatado,
En mi alma duele cada vida,
sal ver al responsable de la perdida,
Esta sentado en su trono,
Comiendo de nuestras costillas,
Glorificándose como a un dios,
Mientras lloramos en casa.
La Tarde se pone oscura como la noche,
Las nueves tapan al inmenso sol,
Con piedras y palos salen los marchantes,
Pidiendo agritos un juicio justo,
Caen los soldados del imperio,
Muchos entregan las armas a la familia,
Entra la rencarnación de artemisa,
Ve la cara horrorizada con la corona en mano,
Crujiendo sus dientes va hablando,
Ante la humanidad quienes somos iguales,
Quien te pario es una igual que yo,
¿entonces porque las acciones crueles?
¿Tú quién eres para mandarnos?
Si tu cobardía está en el senado,
Donde nuestra voz ha sido callada,
Y no es porque entra el pan a la casa,
Ella se va acercando sin miedo,
Decidida a dar muerte a ese fracaso,
Cuando ya ha llegado,
Este hiere mortalmente su costado,
Gritan todos los del proletariado,
Y antes de ella caer toman venganza,
Ella va muriendo sonriendo,
Pues Yace en el suelo la corona,
Y ante mi veo su silueta divagando,
Soy un joven más del pueblo,
Quien entiende lo que pasado,
Mi nombre, Juan, Pedro o Pablo,
Ella está flotando levemente,
abrazándome la cara,
iluminada en la noche,
más que el ultimo rayo del día
No hay pregunta alguna,
En sus ojos se ve fuego,
Uno azul en su cuerpo,
Uno rojo en su melena,
Resplandece en el aire su alma,
Que va tocando corazones desesperandoós,
Un susurro escucho en mis oídos,
Los dioses caerán ante la tierra,
Porque la divinidad esta en nuestra era,
ERA HUMANA….
Y así desapareció en lo más alto del cielo.