Mientras tanto,
en lo alto de un cielo anaranjado
su pupila negra y la mía, se cruzaron tímidamente
Y el mar se encontraba en calma, silencioso, algo ocioso, esperando cubrir con su velo el inolvidable momento, en el silencio del crepúsculo que nacía y quería volar a un cielo estrellado
Nos vimos abrados uno al otro.