Quién fuera cruz para sostenerte,
médico o brujo para curarte,
María para sufrirte y llorarte,
sepulcro donde esperarte.
Pero tus heridas no son de este mundo,
tu alma ya camina hacia el cielo eterno,
nos entregaste tu vida, la dejaste en nuestras manos
sabiendo que al final te traicionábamos.
Saeta del pueblo,
las palabras más hermosas que he escuchado,
clavos que desgarran el corazón
y dejan al descubierto la daga del verdugo.
Cantos en días de Viernes Santo
a aquel que tanto nos amó,
que llegan al alma y la traspasan
ahogándonos de dolor.
Y en la voz de Serrat
el cante jondo se queda eterno,
bendito tú cantor, que has logrado
que no muera con el tiempo.