Me desesperan las obligaciones sanguíneas, y el plano original desespera toda la piel tácita imaginariamente adyacente al interludio de las pasiones*
Quiero desenredarme del ocaso, amanecer en tus pupilas dilatadas, y fingir estar loco. Loco, ¡Loco! Entiendes? Locura fingirla para imprimirla en tu piel*
Deseo... ¿Deseo? tirar una moneda y derribar a San Valentin, como toda suerte cunde en un deseo, utópico atravesar una costilla al pretexto de que un sentimiento es un icono para los desgraciados, rosas y chocolates, fingir otra vez estar enamorado*
El climax, anochecerse, cocerse, amotinarse en el sexo desnudo, y abotonarse un adagio sudoroso, y una voz ahogada dirá hasta aquí han llegado las tertulias que hablaban de paz, tranquilidad y amor, sino que será el cambio, un cuerpo pendolista a la orilla de una soga; el mismo ciclo, la erección de la soga, terminará por ajustar el dial sobre la garganta húmeda, y la política caerá en sus desgracias, el sentimiento ajeno de un pueblo desvariado por el mismo suicidio del capitalismo disfrazado en una moneda al aire, y una imagen estereotipada en los mismos deseos del amor por el bien de todos, aunque el lucro es des-unión de lo que se conoce como amor. Acto sexual o hacer el amor, tendré sexo con la política, y luego haré el amor con el pueblo, el capitalismo será mi preservativo y las manos vacías la falla del capitalismo, y me contagiaré como los demás. Siguiendo los mismos patrones felices, billetes ajenos a mi piel, el amor sólo habita en la luna, la luna esta podrida, entonces un filósofo grita; el amor está en los billetes y las monedas.
Yo digo, las monedas no tienen valor... y entonces el pueblo me gritará Loco.