Del orden al
prejuicio de los
hombres, consterna
la verdad de aquella
bailarina mariposa,
preogreso indeciso
de una nota musical.
Roce justo
de injusticias,
palabra en verbo
y rima imprescindible
que decide menester
amor, sueño
e irascible dolor.
Mi luna veladora,
consuelo de necios
y enamorados que
al poder perplejo
avergüenza con
ojos escarlata
esmaltados.
Del prejuicio al
orden de los
hombres otorga
cauta libertad
de un amor pasivo,
deseo efímero
en perfecta eternidad.