Incierta noche cubierta de nada, miro la profundidad de tus misterios y me ahogo en tu muda oscuridad, llena de ausencias permitidas. Incierta verdad que me asecha en su emboscada recurrente, ya no dañes con lejanos horizontes intocables, ya no calles ante mi lengua blanda. Dime lo que atrapa tu amplio deseo. Ese que se evidencia como no secreto ante mí. El mismo que continuamente lacera mi alma y provoca inquietando mis dudas.
¡Tiempo sagrado! Cuan memorial fueron tus fragmentos esparcidos por los años, allá cuando se fundía tu espacio mirando el rubí en mis labios y mis ojos tras los cristales ovoides. Deshojo lento la fortuna de las esquinas, de los colores y los espasmos, recorro cada rincón que evoque tus segundos medios y en mi ambición de andar te encuentro coreada y distinta en un mismo acto repetido.
¡Mira si es que aun el engendro maldito dejo algo en tu templo! Y comienza tú a perdonarme una vez mas, como tantas otras. Creer en la penitencia ahora se ha vuelto mi afán, de esos que piden y no dan .Ya se ha debilitado mi propio amor. Ahora que chocan las ideas atrapadas en mi cráneo. Puedo decir que no parezco el mismo. Sino ajeno. Será este el final del acto o sólo una escena estudiada que recito en un viejo teatro afónico sin luz…