Ante la vista de nadie estaba agradable, por causa de no estar en vestido bueno, porque no llevo zarcillos en sus orejas, ninguna de clase alta le dio su mirada. Errada por las palabras viles del ajeno, solía sentirse sola en los descampados, sufría bajo el tenaz calor del desierto, abrumada por los rechazos avecinas. Cuando la bendita lluvia cayó sobre ella, por completo lavose sus manchitas, en una piedrecita blanca se reflejaba, se pudo ver a si misma que era divina. Belleza y gracia de pronto aparecieron, hermosura de una tórtola celestial que obtuvo unas calurosas alas, y se fue del desierto a las alturas, diciendo adiós sufrimiento humano.
Todos los derechos reservados by Elías Lucas