rodulfogonzalez

MONTAÑA

 

            Desde mi niñez biológica me sentí deslumbrado, doncella mía, por la imponencia de la montaña, sus misterios y sus fantasmas.

Dos veces me sumergí en las entrañas, verdes y amistosas, de Mejillón, la montaña que cada día, desde mi casa ya en ruinas, me obsequiaba una belleza envuelta en encaje de luz solar y un concierto auténtico de guacharacas y pericos.

.Tan libres ellos, habitantes alados de la montaña, tan alborotados, tan alegres.

Desde El Placer, otra montaña, quedé deslumbrado de la naturaleza.

Allí viví.

Allí palpé el prodigio de una poesía espontánea, natural, inolvidable, que no pude reflejar en el papel, porque no sabía escribir, pero que se alojó cómodamente para siempre en lo más profundo de mi subconsciente.

Ese cúmulo de poesía latente en mí, sale de su encierro para ofrendarte, doncella del alma, su lirismo.

¡Oh, montaña mía, muda y lejana compañera de hace milenios!

¡Cuánto te añoro, montaña mía!

¿Por qué, amada, no fui montañero cultivador de frutas y flores para ti?