Combinación hechicera.
Frutilla, sus labios.
Kiwi, sus ojos.
Almendra, su tez.
Nuez, su cabello.
Y él la ingería.
Ella respondía.
En sus espejos turquesa
veía reflejada
su propia belleza.
Besaba
El bosque de su pecho.
Regresaba al rosa
que repetía
Te Quiero.
Entrelazados.
Morfeo los elevaba.
Y cada noche
sobrevolaban
una ópera diferente.
A las ocho
se esfumaba esa magia.
Despabilados
comentaban vuelos.
Todos los días
se comían lentamente.
Ritual exquisito
para cada sentido.
Una noche
tapó su delgado cuerpo
con frutos rojos.
Entre ambos
los convirtieron
en el más
exquisito manjar.
Hoy son felices
con la fórmula
del apetito eterno.