Se que ocultas mi delito,
y te lo agradezco de alma.
Todos creo a veces delinquimos.
No soy una excepción.
No se realmente cómo definirlo,
delito o una equivocación.
Expreso delito porque me siento avergonzado.
Pero seguro estoy de tu honestidad.
Que tú como amiga has de defenderme,
llegado el caso.
Me dices que no te conozco.
Y justamente porque pensé
que te conocía, cometí lo que
yo llamo un delito.
Puedes juzgar mi actitud,
en la forma más cruel.
Pero como te conozco,
se que no haz de cometer ninguna crueldad.
Hay delitos y delitos.
Como hay hijos e hijos.
Están los hijos que aman
profundamente a sus padres,
y están los hijos que quieren a sus padres,
pero que sin darse cuenta, tal vez,
con sus comportamientos van
matando lentamente a quienes
le dieron la vida.
Los hay, existen.
Dios los perdone.
A ti también yo te pedí perdón,
una de las tantas veces que lo he hecho.
Y tu respuesta, me dejó estupefacto,
y a pesar de mi asombro,
me respondiste que nada tenías que perdonarme.
¿te has dado cuenta de la respuesta que me diste?
¿cómo no poder creer yo en la mujer que eres?
Maldigo a veces los pensamientos
que he tenido, pensando que no me amabas.
Pero con tu respuesta, me he dado cuenta
que me amas más de lo que yo
he pretendido. Eres tú la que no te das cuenta
de ello, o prefieres ignorarlo...
Para que mi alma no sufra la decepción
de este gran imposible.
Y el saber que no quieres hacerme daño,
me hace amarte...
Pero mi amor de hoy, no es como el de ayer.
Debo bajar de una buena vez,
de esa, la que fue una nube llena de ilusión...
debo dejar de flotar,
descender a la realidad.
¿qué es realmente la realidad?
La que debo aceptar.
Disminuir la gran sensibilidad,
el gran amor.
Seguir amando, pero con un distinto amar,
con un distinto pensar...
Amar y pensar en la realidad de lo evidente.
Y la evidencia es la cordura, la aceptación.
O algo, o nada. Prefiero quedarme con algo,
y no perder todo. Todo esto parece un rompecabezas
de palabras. No, no es así.
Tal vez llegues a comprender,
se que así ha de ser.
Tú me comprendes, querida amiga,
y yo ahora te estoy comprendiendo
a ti. Tal vez ciego he estado.
Pero ahora tengo algo.
La luz de Dios y la tuya,
que iluminan mi existir.
Todos los derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto - 24/05/2013)