Amarnos como nos amamos, bien mío, es una locura exquisita.
¿Pero hay algo más loco que el amor?
¡Feliz locura que nos conduce en una alfombra mágica, fabricada con tenues y delicadas telas, hasta espacios prodigiosos que te regresa a la niñez cercana y me regresa a la niñez biológica remota!
Primavera y otoño en conjunción tremendamente loca.
Distancia real vencida por las veloces naves de la virtualidad onírica e imaginativa.
¡Estamos, bien mío, definitivamente locos!
Locura protegida por el silencio cómplice de los sueños.
Ese amor, bien mío, condenado a la secretud para no derribar los endebles muros de la hipocresía, nos acompañará a la tumba, porque solamente tú sabes de su existencia, pues lo sientes cerca aunque nuestras orillas estén separadas por leguas de mar y tierra, y yo, que te siento más lejana cuando estoy junto a ti porque eres una fruta prohibida para mí, que podré ver en la planta que la produce, pero no probar, aunque esté en el éxtasis de la locura.
Ni un mordisquito podré pobrar de esa fruta tan apetitosa.
¡Bendita locura la nuestra!