Tengo secos y agrios los labios, amada generosa en querencias. Humedécelos y endúlzalos con tus labios granas.
Tengo seco el pensamiento, amada, y no soy capaz de encontrar los términos escriturales exactos para alabar tu gentileza, tu amorosidad y tu dulzura.
Humedécelo con el agua pura que conservas para mí en el aljibe de tu cariño.
¡Te escribiré las odas más bellas al sentir en mi desolado pensamiento el líquido vital que lo revitalizará!
Tengo secas las manos de tanto recibir los rayos solares en el desierto a donde escapé para no ser herido por los dardos letales de la incomprensión.
Coloca en ellas el bálsamo curativo del amor para que no quemen tu piel de seda y puedan palpar cada porción de tu cuerpo de doncella impoluta en ritual sensitivo.
¡Te sentirás como la princesa dormida por el conjuro del hada maléfica en la espera del príncipe que con un beso te devolverá a la realidad!