Desde en que soy intelectual
quiero merecer más tiempo para descender
a lo múltiple del hombre sabio
y ser dignos de ustedes, queridos conciudadanos;
lo digo por la política,
por los menores de edad
y para que no se nos caiga el cabello.
¿Es que aquí, nadie se atreve a aplaudir
la sonrisa de luz de la bella señorita?
Todos los caminos conducen a su cama
digo, digo… a su calma.
Señores, la justicia social empieza con cosas más simples,
por ejemplo:
miren a la ancianita, casi con un pie en la tumba, queriendo
cruzar la avenida,
la falta de esculturas nacionales en las plazas públicas;
observen (¡encarecidamente!) las diferencias de clases sociales:
negros, rojos, amarillos y blancos.
Miren lo mal que tratan los alumnos a la vocación
del maestro,
la sombra del cura que crece y crece con el diezmo y el necio,
la falta de colores a nuestro plato afrodisiaco.
Mi condición de experto en el asunto
tiene la corazonada y son las doce del mediodía,
mi corazón que es un plumero intenso.
Yo que me visto de hombre, de mujer,
de cada ser viviente de este país
(excepto de ancianos con hemorroide)
sé porque les digo.
La justicia es mucho más simple:
1+1=2
2X1=2
Cuidemos el cráneo donde vivimos,
el mapa nacional para no perdernos,
y la cosecha que hemos de sembrar
en la posición que más gustéis.
Adelante, tomen asiento
QUE NO QUIERO MORIR SIN TESTIGOS.
NO QUIERO MORIR SIN TESTIGOS.