¡Ay! Sólo nos queda este día,
mas quizá pronto vuelva a verte
o alcance a darte mi medida
antes que el alba nos disperse.
No, no te digo adiós
ni busco detenerte;
tan sólo en mi canción
te digo: “¡Hasta siempre!”
Tarde, es cierto, te he descubierto,
pueda ser que hoy solamente,
pero, si quieres, yo prometo
doquiera amarte hoy y siempre.
No, no te digo adiós:
quisiera retenerte;
sin perder la ilusión,
te digo: “¡Hasta siempre!”
Una venda ver me impedía
casi hasta ahora al despedirme.
Ruego a Dios, pues, me dé otro día
para tus ojos imprimirme.
No, no te digo adiós
ni intento entristecerte.
Sonriendo en el dolor,
te digo: “¡Hasta siempre!”
¿Te acordarás de mí, al menos,
cuando en el vuelo esta canción
cantes con estremecimiento
y entre lágrimas, como yo?
No, no te digo adiós:
quisiera enternecerte.
Con temblorosa voz,
te digo: “¡Hasta siempre!”