El sol se filtró a través de mis costillas.
Un nuevo aire calentaba mis entrañas.
Un reflejo de mí adquiría forma,
jugando al escondite conmigo.
Eras sangre,
eras carne,
que crecía en mí.
Viniste sin espera,
haciendo de la sonrisa
un anclaje perfecto.
Desbordando sensaciones aún desconocidas.
Desde ese momento el reflejo
se hizo espejo en el que querer mirarse.
Me enseñaste que la palabra vida
siempre tiene sentido.
Que al final de cada mano,
el respeto y el buen hacer son tus amarres.
Que con un paseo de tu sonrisa
el camino ya esta hecho.
Que asomarse en tus ojos
es mi envanecimiento.
Que las medallas son miradas
por ti otorgadas
Que los regalos son presencias
abrigos envolventes.
Y que cada día
quiero mirarme en tu reflejo
y sentirme encumbrada.