Me engañé, me cegué, choqué... Lloré.
Pensé que era tu mayor obra de arte.
Me tape los ojos con las manos y sonreí, bailé sin cesar al compás de tu vals.
Me mostraste un retazo de tu alma, la hice mia. Le puse mi nombre.
Me atrapaste de la manera más cruel. Señor de buenos modales, sutil seducción de bonitas letras.
Pensé que podía escapar de esta pesadilla, la vida real. Dormida me deslicé por tu cién pero no entré.
Colisioné con el desamor, sangré mis ilusiones y tu canción se tornó musgo.
Te escribí un poema que pensaba llenar
con ojitas verdes de un árbol primaveral.