La muerte camina por ahí
en los lentos pasos de los ancianos
con la vista fijada al suelo,
prisioneros de una triste soledad
que desgarra sus rostros
delicados y decaídos.
Pensando salen al atardecer
cargando sus penas en el alma
culpándote ellos de lo no recibido.
Olvidados por el tiempo
vuelven a las casi desiertas calles
con la esperanza desecha
y una inerte vida.
Veo y sufro su dolor,
desean llorar ¿pero para que?
si de nada sirve sin un hombro
sin una voz, ni siquiera un silencio.
Son dueños de los suspiros,
amantes de la desesperanza
y compañeros del destino.
Sus nombres ya no existen,
dejaron de habitar las bocas,
como si murieran en silencio
desaparecieron sin dejar rastro.
Esos cuerpos pálidos que van,
no son cuerpos sino héroes
que lucharon incansablemente
batallas innumerables y únicas
para los corazones que se alejaron.