eledendo

Segundo canto por la alegría

 

 

 

 

 

 

… y nadie, nadie sabrá nunca lo ocurrido

cuando pasó la muerte devastándome, y ya, con celo y desmesura,

fue mi cuerpo un témpano decrépito de huecos y silencios;

 

… porque llevo mi muerte

por la calle

y no puedo colmar dos gritos de tristeza;

 

... aun así, lejos, muy lejos, en mi íntima estancia, recuerdo la alegría:

aquel poder sublime que llenó mi sangre de rosas inmortales;

 

... conservadla, lucidla ahora, aquellos que venís con los brazos en alto.

 

 

 

 

 

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