Dejé la maleta sobre el asfalto húmedo y comprendí que iba a prender mi último cigarrillo. Estaba adentrada la noche lluviosa de primavera y en la avenida se escuchaba el mascullar de los televisores. Mientras la lluvia me empapaba, protegiendo mi pitillo bajo el cuenco de mi mano, sufría el borde de mi derrota como una liberación, algo que ya quedaba atrás y que me daba motivos para confundirme en otro hombre, tal vez, pensé elevando las cejas, en el que siempre deseé ser. Primero di un paso dubitativo, tambaleante y envuelto en una bocanada de humo, pero luego no dejé de andar hasta que la puerta del coche abierta y la maleta nada me reclamaban.
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(Fotografía de Gregory Crewdson)