Murialdo Chicaiza

ELIZABETH

  

No podíamos permanecer, amor

en las desoladas estepas que el olvido

nos impone: llanos secos sin luna.

 

Nada crece en nosotros que no sea el dolor

la pena de estar separados, sin más

que el fantasma de los recuerdos.

 

Elizabeth, ¡Cuánto nos cuesta reconocer!

Tal vez cuando aquellas estepas crezcan

tanto que nos perdamos sin posibilidad

de un encuentro cierto, desolados por siempre,

añoraremos el jardín al que marchitamos.