Estoy solo; ¡nada me queda!
hasta el perro me ha abandonado,
se ha marchado/ le llamo y no vuelve.
su rostro se ha esfumado con el día…
¡Nada me queda! la ropa se ha descocido,
se ha fracturado la cocina/ el gato ya no maúlla,
el silencio -se perdió junto a mi voz-
y tu olor también del olfato se perdió.
Ya nada hay; tus huellas se han borrado,
en las cenizas del tiempo/ el fuego
de la chimenea se apagó, el vino que guardaba
ya se terminó, no queda nada: solo la cruda realidad.
Que me absorbe y me apresa; dentro de la celda
de mi propio entendimiento, donde vivías
y ahora -ya no habita ni tu recuerdo-
solo se regocija, un sabor amargo de impaciencia.
¡Ya nada queda! solo un vacio inmenso,
en el que sin querer estoy viviendo/
acompañado por la sombra, de lo que antes
era mi cuerpo…ahora ¡ya nada queda!.