Déjame al mediodía de tus sueños
enlazarlo con la patria de mi pérdida,
y navegar el mar de sombra
que la vida nos derrama.
Deambular las muertas hojas
que el otoño desatiende.
Enhebrar la canción de los zorzales
a nuestras voces tan dormidas,
ver a través de la columna de agua
cuando a la tarde desnuda la tormenta.
Irnos al precipicio del olvido,
en la niebla anochecida del alma,
hallar la luz escondida
en cada amarilla rosa
que el estío nos ofrenda.
Vivir bajo el muro de la muerte
y partir cuando el ala llegue
de un ángel enlutado.
Ir asomándonos al horizonte
que la esperanza para nosotros eleva
sobre este apagado mundo.
Pronto las piedras serán cenizas
y sólo persistirá el alma
con su carruaje de tiempo.