Tomo papel y pluma
y enciendo emocionado un cigarrillo.
Los versos se amontonan en mis manos,
pugnan por ver la luz
y advierten que ha llegado su momento.
Son versos que nacieron de las noches en vela,
tallados por la lluvia más amarga
y hoy se arman de valor para decírtelo.
Decirte que jamás supe olvidarte,
tal vez es que en el fondo no consentí en hacerlo.
Que aún llevo tu nombre
tatuado por mi piel en sal y plata
y el néctar de tus labios
enredado en los besos de los míos.
Ahora es tiempo de volver al mar
y dejarse acunar por su memoria.
Es tiempo de aprendidos y eternos horizontes,
de contarle a la Rosa de los Vientos
que todavía existen los milagros.