Disculpe usted, caballero,
el gran atrevimiento de mi parte,
hoy he resuelto hablarle y saludarle,
¿Cómo se encuentra usted?
Días atrás le he visto aquí sentado,
muy pensativo y cabizbajo,
pensando y pensando,
llorando y llorando.
A leguas se le nota,
que es portador de una inmensa pena,
pues he visto su mirada
perdida en el horizonte,
una mirada perdida,
una mirada vacía,
una mirada dormida.
Hoy le quiero ofrecer mi mano,
para que en ella se apoye,
quizás sea poca cosa,
quizás no sea lo que usted espera,
pero se la ofrezco con el alma,
pues yo también sufro de amores,
imagino que esa es su pena.
Otra propuesta le tengo a usted,
señor de la honda tristeza
le propongo unir nuestros pesares,
que sean uno solo en pareja,
mire que quizás se resuelvan esas penas,
y se nos haga la vida más llevadera.
Yo sufro de frío
en mis noches de desvelo,
quizás usted me pueda dar abrigo y calor,
yo a cambio, le daré amor, en mi lecho sediento.
Disculpe usted caballero...