Escribo esta carta sin destinatario,
talvez para aquel que se conmueva.
Aprovecho el júbilo,
aunque este cabizbajo.
Espero poder discurrir,
siendo uno con todo
en una borrasca
de pensamientos vagos.
Que alguien comprenda este suplicio,
que promuevan mi voz
o encarcelar en una botella la tormenta,
seria un sacrilegio a mis deseos.
Porque estoy famélico de arte,
más que iracundo.
En aras de asesinar
a los que no han cesado el yugo.
No se designen su propia guillotina.
Están peregrinando… aletargados.
No sé a quienes culpar…
¿Serán los corruptos?
por su despotismo.
¿O los cautivos?
esposados a cadenas de cristal
que no rompen por temor a mutilarse.
Mi ideal es poder sustentar con versos
lo que mis arterias me piden expresar,
lo que con puños me niego a recitar.