Donde vivo hay una casa que lleva el número
de mi casa, tengo cuatro paredes y una puerta
que llamo mi habitación, la más grande del
mundo, donde me encierro cuando quiero ser libre,
donde salto sin temor porque sé que mi espacio no
termina en el techo. Tengo colgado a modo de castigo
un espejo embustero que pretende dibujarme cada
vez más viejo.
Hay un condominio desordenado donde habita
mi ropa, vive en él una camisa que se resiste
a bañarse por no lavar tu sudor. Hay un piso
blanco y frío donde duermen mis zapatos; hay
un vaso solitario con un licuado de penas; en el
centro hay un ataúd de colchones donde muere
conmigo el día y una mesita de noche donde
descansa un papel estrujado escrito con mi
puño y letra, claramente pude leer que es
el original de estos versos.