Junior Rafael Velazquez Leon

Esto que somos

-Esto que somos-

 


Existen tantas formas de pensar al sujeto -esto que somos y que son los otros- que algunas son como líneas paralelas que ni el infinito las cruza. Yo, por ejemplo me he pensado desde ángulos tan dispares que mientras escribo esta nota desagradablemente no tengo ninguna convicción sobre la cosa que soy. Más tengo por consuelo -si es qué lo es- saberme joven y pensar que en algún punto de la vida -quizás en la vejez- mi pensamiento sea alienado... mientras seguiré divagando.


Ahora para alivio personal y de quienes me leen, he de decir que el objeto de esta nota no es el discurrir en divagaciones, sino el pensar de una forma verosímil aunque no sé si cierta la independencia del sujeto en la forja su individuo.


Dependiendo del estado de mi humor, puedo tener o no serias dudas sobre la autonomía absoluta del ser, concordando muchas veces con el anónimo refrán de que \"ningún hombre es una isla\".  Dado que el hombre es un objeto arrojado al mundo, que puede o no negar la existencia de la realidad externa. Pero incluso el sujeto abstraído en el más absoluto solipsismo que niega la existencia real de todo aquello fuera del ser, tiene que enfrentarse ante la incongruencia de su imposibilidad por ignorar la realidad externa. Puesto que lo externo no pide la autorización del sujeto para transgredir en su configuración indefinida como individuo, formando parte indivisible de éste y haciendo del hombre en buena parte el reflejo de sus circunstancias, que no son, sino que están siendo. Porque la realidad circunstancial que bordea al ser -como masa e individuo- no es una realidad que es, sino que se hace continuamente junto al ser, inclusive en la mutua negación ocurre la dialéctica que constituye al uno y al otro.


Pensar esto, es pensar que yo no me hice a mí mismo, ni que me estoy haciendo ahora desde el yo, sino que me hago a partir de otros, pero de otros que tampoco se hacen a si, sino que a la vez se forjan bajo la mirada de otros que se potencian en miles de otros y así sucesivamente hasta perderse la singularidad del ser en la ineludible conformación de una masa hecha de individuos que hacen de él un individuo. Es decir, aquí donde estoy... estoy siendo el resultado fragmentario del devenir histórico de un gran otro. Pero entiéndase este gran otro no tan solo como la sociedad y su cultura, sino como todo lo existente, tanto en el mundo sensitivo como en el mundo inteligible y he aquí en este preciso punto donde amargamente me cuestiono si tan solo soy una cascara vacía cuyo contenido no se halla en sí, sino en su contacto con lo otro... y entonces aparece Dios, diciéndome que no. Fin de la historia.


No pido disculpas a quienes me leen. Tengo el mismo derecho que el resto de las personas al escoger eludir tales cuestionamientos utilizando el artilugio universal de la tangente divina.



Junior Velázquez

Lunes, 27 de mayo de 2013