No, no, hagamos el amor en nuestra amnesia, hagamos el amor en una cita a ciegas: ojos que se desmaquillan del circo de las apariencias.
Lo ideal hubiera sido ( dejemos lo mejor para el único tiempo que deberíamos -hacer- existir) conocernos en la bifurcación de un parque, en los caminos dividiéndose entre las hojas secas y una víspera de cotidianidades.
Nuestras miradas impactarían el calor angustioso de un verano de golpes, soledades y amores dejados en la jalea del pan del domingo. Sabemos lo que sucede el domingo: uno se guarda la fiesta y se va a dormir para soñar con la protesta de extender el hedonismo a lo largo de la semana. Cosa curiosa: en la devastación de la locura planeamos casi lo mismo que el contiguo de días, y lo hacemos casi como obligación, sabiendo que es momento, sabiendo que toca y no podemos desterrarlo de su tratado con la norma.
(Mucha distracción hasta llegar al punto de una historia escrita por esta persona desordenada)
Entonces, para no extender el asunto: nuestras miradas son un parque en el relieve vespertirno de un domingo. Justo antes de dormir, ya nos habremos conocido y prolongaremos este encuentro con la justicia de que todo lo que acontece en domingo es un nexo superpuesto en la monotonía.
pido disculpas por no llegar a nada...