Como pueblo dormido
estaban los árboles cuando al rio te llevé.
La madrugada de flores tenía olor a sombras,
te traje con el mundo olvidado
a nuestras espaldas. Aquí te hice arder
el alma y mis manos te cubrieron
de jazmines y perlas.
Junto al rio de plata movediza,
fui aullándote como lobo estepario.
Las estrellas de a poco te vistieron. Junto al agua
de oscuro vientre, te atrapé a mi lado.
Somos dos con el mojado silencio.
Con nosotros en la sangre que no cesa,
lazos de la vida crearán infinito nudo.
Pinos de carbón tu pubis, luz callada tus piernas,
mi boca sabrá quererte como anhelan las montañas
el sol que lento las viste.
Mi ojos nunca vieron tal arcoíris en la noche,
¿qué ramas de seda ataron tu belleza?
¿Qué nombres en tu piel llevas escrito?
En ti antiguos dioses rituales elevaron.
En el rio secreto del mundo nadaremos como peces
blancos. Te amo y de ti huyen mis tristezas,
como huyen en el ocaso las últimas nubes despobladas.
Te entrego mi corazón con desiertos,
con muelles y olas concentradas.
De aquí en más un mismo tesoro nos aguarda,
y hasta nuestro último respiro
el panteón de la memoria cobijará
biografías de tantas madrugadas.