Llegaste a nuestras vidas
a llenarlas de alegría,
un dos de abril, lo recuerdo
y al principio, fue un infierno.
Samantha te había elegido
para que cuides el nido;
pues seguro ella sabía
que muy pronto partiría,
dejándonos sin consuelo
entre la tierra y su cielo.
Pero muy bien te adaptaste
durante un año jugaste,
desarmando a tu modo
libros, mesa, pared...todo;
mordiendo sin compasión
los juguetes y el sillón.
Pero ahora estás crecida
con dos añitos de vida,
y tu amor nos regalaste
mezclado con mil desastres.
Es que ni papá, ni yo
hemos logrado retarte,
pues pones ojitos tristes
y solo podemos darte
un besito en el hocico
y en seguida abrazarte.
Y cuando llega la noche
y nos vamos a acostar,
te acomodas en la cama
y nadie te puede sacar.
Y pensar que alguna vez
hemos dicho muy ceñudos;
“ni en la cama, ni en la mesa
deben estar los lanudos”
Gracias te digo hija mía
por ese amor especial,
nada pides, nada exiges
y eres incondicional...
pues tu única demanda
además de tu comida,
es nuestro amor paternal
paso a paso, día a día.
Alicia Santi