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Qué nos queda del camino vital,
soy payaso, fantoche vagabundo,
un grito desgarrado, un duende verde,
al que le prenden velas religiosas.
El alma navega, busca el final,
no puede contra el destino, el azar,
bebe el agua insípida de los dioses,
y se duerme en el mar de la locura.
La sinfonía de un ángel inútil,
la melodía de ánimas perdidas,
el baile de la ignorancia fugaz,
los mortales que piden por sus vidas,
a esos dioses tan muertos como todos,
nadie de la muerte podrá escapar.
Surgen peces en el aire, colores,
caricias ya olvidadas, toco fondo,
tristezas que no mueren, yo la quiero,
risas alocadas, aquellas tardes,
esos ritos punzantes que te llaman,
siempre brotan tormentas sin clarines,
son ánimas , luceros que se apagan.
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Las flores, las fragancias del pasado,
ya no escucho el reloj, toco la arenas,
sólo lloran esas voces lejanas,
y esa niebla oscura en la montaña,
las voces hicieron una capilla
en la puerta colgaron la imagen
de un rostro con sombrero, no soy yo,
pero, repiten, repiten mi nombre,
cuando la luna es clara puedo leer
las siluetas de toda la ignorancia,
Ánima del Camino, así me llaman,
soy la estupidez, un ritual oscuro,
Padre nuestro, ven ánima bendita.
Soy el naufragio de muchas estrellas,
soy todos los susurros olorosos,
el olor a tabaco, luz, licor,
todos piden cosas a mi espíritu.
Suponen que esa hediondez, el humo,
me tendría que agradar, Santo Dios,
sólo quiero verla, no pido más.