Nuestras vidas deberían quedar traspapeladas
En los borradores de otras vidas mas lejanas
Entre las hojas que no abriremos nunca
Para que un día, casi por milagro,
Sean retiradas de ese horizonte de nosotros
Donde torean a nuestro Dios a contramano
Nuestras vidas deberían dormir bien cobijadas
Con mujeres y hombres invisibles, sin palabras
Para que sigamos escribiendo este libro de poemas
En una zaga de almohadones sin pespunte
Con las velas preparadas sobre la mesa
Hasta el día primavera que se usen
Nuestras vidas deberían quedar atadas
A cuenta de las silabas más hermosas a pronunciarnos
Las que callen las locas gambetas que le hacemos
Volviendo las miradas a esos años, casi secretos
Donde creíamos en el loco amor, como precepto
Nuestras vidas deberían ser un cuento
Para los chicos del colegio secundario, o tal vez
Para los grandulones entrenados de la calle
Para los que esquivan el dolor en las glorietas
Como un espejo del tamaño de la vida
Que narra las locuras de tan solo dos personas
Nuestras vidas, se desprenderán de este otoño
Esperarán otros inviernos o tal vez ninguno
Serán mensajeras de las hojas nuevas y de sus verdes
De los árboles, que ayer cayeron en el sueño
De las voces que se fueron sin remedio
O de las muertes anunciadas de lo nuestro