Luis Alberto Gontade

COLGAJO

Mi prudente cautela arrasa,

a su antojo,

el sensual campanilleo

de su rubor de niña.

Con las pestañas bajas,

retuerce

un pañuelo.

Huellas embarradas

de una multitud,

fondo borroso y sin rostro,

me advirtien

el costo de la profanación.

“El furor de la noche

es el rencor del alba”

( aúllan ) y “la astringencia

del vinagre

 la puesta de sol indeseada”.

 

 

Faro sin reverbero quisiera

en la tempestad

perdieses, el rumbo de tu

dominio leve,

sutil;

y enfrentar con mi impotencia

descarnada.

la férula sombría que no oculta

mi lóbrega invalidez.

Dispón de este cuchillo,

pruébalo en mi cuello y líbrame

del juicio y el rencor.

Hazme padecer por un dolor

que tal vez

merezca.

Perdigón azul,

sumido en la turbulencia: Dime…

si mi conciencia

es vergüenza, o mera mueca

de un blasfemo sin barras, ni

ruido de cerrojos.

 

Busco razones de mala fama

y encuentro

trazas de angustia.

Dónde encontrar tal vez al runrún

de las amapolas

pardas,

o la imperturbable melancolía

del crepitar de los leños.

Pero ahora,

aquí,

contigo,

la felicidad es manía,

lo tortuoso, práctica absurda

y el despecho

insana lasitud…

que corroe el alma. Auguro

el final

del sin fin,

agobiado por la desidia inútil;

la que alimenté

vanamente.

Despojo y espectro.

 

 

No busco una sepultura.

El amor no muere

ni arde.

Tampoco áspera mano cobijo,

eso es humillación.

Descreo de la soberbia

que alimenta cobardías.

Dibujo,

sobre la arena, promesas un tanto

hurañas. Un corazón

desgarrado.

La amazona en su alazán.

con herrajes de hierro blanco

cubre de azufre

y lamentos, un adiós desenfrenado.

La eternidad se ha tragado

el sin fin…

y acaso también

 mi vida.

 

¡Ay¡ Cuántos nardos y centellas.

Que monstruoso

cerco de estrellas, se apoderan

de mi mente.

¿Por dónde transita el odio?

¿Quién juega con mis

delirios? Deambular por mil caminos,

escoger las

maravillas, motivar con velas bajas

el despertar

peregrino.

Peinetas de cuatro señoras,

un tranco de carro viejo.

Y tus ojos, tus pestañas bajas…

Un jirón de mundo alerta

que me consume

y desgaja, todo fruto de

ilusión.

 

La idea producto de apremios

es realidad sin dolor.

Qué digo…

Siempre la mente soberbia,

perdida

en concha de perla negra.

Incapaz de consumar

con dicha, el amor

del que con zozobra espera.

Pierdo la noción de volar.

Me invade la desconfianza.

Juzgo, con desconcierto

la estéril

creencia del insensato

y el capricho fatuo del monólogo

insomne;

que lacera, no se oye,

ni se siente.

Inútil palo mayor que se quiebra ante

tus pestañas… indiferentemente

bajas.

 

 lgontade