Regurgitación de mi silencio carcomido:
Él estaba errado. La idea del suicidio no consuela a todos, menos a aquellos que se sienten infectados por la vida, ya que la consideran una enfermedad. Mohín biológico. Manchados para siempre con haber existido, imposible les es ser olvidados. No recordarán mi cara refutas pero qué, si usé tu lenguaje, caminé por tus calles, respiré como tú. El halito de la espalda de mi boca y mi vaho corporal, se quedan, todo, todo lo mío se queda aquí sin mi permiso. La redención de la nada no acaba con la enfermedad, porque no nos desvanecemos, porque somos la memoria de férreo cristal. La nada sólo la mitiga, es una ilusión cuyo protagonista de ésta se libra parcialmente, parcialmente ya que el mundo lo poseyó como una prostituta. Porque la vida nos necesita como nosotros a ella para existir. El horror imborrable de haberme visto en los ojos ajenos, de que me han hablado, y de que me han querido. Oh, y mi cuerpo, mi cuerpo quedará insumiso luego de que parta, bastardo repugnante; ellos lo usarán para sus lágrimas, para sus ritos. No, no hay salvación para aquellos como nosotros, los condenados eternos por un miserable coito de animales humanos irresponsables y caprichosos, los peores criminales. ¿Y los asesinos? ellos son nuestros santos, los denominamos, con formalidad y decorum, nuestros antídotos temporales y nuestra sola posible reivindicación. Mísera y vulgar, incompleta como el pensamiento, empero lo único que tenemos en esta pocilga esférica fuera del torpe suicidio.