Fue tan corto mi viaje
en tu velero de besos e ilusiones
eterna navegante.
Mi canto apasionado se turbó en la estrella
y quebró la noche el norte señalado.
La locura de peso y de medida
en el embrión estrecho de tu ancla
develó tu aridez de algas y silencio
sobre el puerto verpertino de crisálidas y rosas
que para ti guardaba.
No cupo la palabra estrecha
ni el verso iluminado
para detener tu fuga
de corola ensangrentada
por los causes cerrados de mi llanto
hasta tu siempre adiós, tu nunca despedida.
Violaste mi calma sosegada
con tu decir ligero.
Y rodé por las horas de tu piel encendida
para llegar a tu orilla
mojado de nostalgia y las manos vacías.
Allí donde el sueño se acostó
a dormir su pesadilla,
mi reclamo de aurora solloza triste
con el susurro eterno de todas las verdades
atado a mis espaldas.
Y tu...como esfinge de impávida pasión
bebes del agua de todos los océanos
para envolverte en un azul de eterna retirada.
LEO HENRY