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Recuerdo un mundo pequeñito,
donde solo cabían mis sueños y yo,
un mundo de piel al sol y cabellos enmarañados siempre al viento,
un mundo solo mío,
de rodillas sucias y ojos escurridizos,
escapando a la autoridad esgrimida en la mirada fuerte y la palabra severa.
Fugaces años,
apenas pintados en esbozos de risas y lágrimas,
apenas vislumbrados en encendidos días de veranos eternos,
con orquestas de cigarras,
ejecutando melodías en siestas de modorras y temor a la solapa.
Por las noches...
un cielo infinito en la luz de las luciérnagas,
descorriendo el velo de cuentos y leyendas,
místicas figuras,
que poblaron aquel tiempo donde el mundo se escribía lento,
y el color de los días quitaba tristezas regalando vida a marionetas.
Ay de mi mundo, y esos inviernos,
de manos agrietadas y labios reventados,
entumecidos cuerpos,
y una larga capa de escarcha crujiendo en las plantas, de invertebradas hojas,
plantas de mis pies,
urgentes bailarines de una danza repetida en la memoria,
todo por explorar y explotando, fragmentada niñez en apurados tragos,
sin palabras y a destajos de princesas encantadas
y caballeros con besos atrevidos convertidos en sapos.
Recuerdo haberme dormido pequeña…recuerdo haberme despertado.