Estoy delante de mi escritorio.
Cualquiera que me viese
en este preciso momento,
pensaría que soy un muerto
con los ojos abiertos...
o tal vez un maniquí,
o un adorno humano.
Mis dos manos apoyadas al costado
de la computadora.
No se qué escribir, qué expresar...
veo una imagen blanca en la pantalla.
No tengo título, no tengo una sola palabra escrita.
No se qué expresar, no se qué escribir...
Llamo al interno de mi secretaria,
y le pregunto si no se ha olvidado
de comunicarme algún llamado telefónico.
Me asegura que no.
Cuelgo, y continúo inmóvil...
Tendría ganas de ir a buscar
mi botella de whisky y beber...
pero no debo hacerlo, me haría mal,
y debo mantenerme sereno y pensante...
pensante... y pensar que mi mente
hoy no tiene voluntad de pensar
y escribir...
Sobre qué escribiría hoy,
si tengo tanta pena, que el cerebro
no me puede transportar
a un lógico texto.
Estoy, sin inspiración,
estoy amargado, dolido,
con ganas de emborracharme,
e irme a dormir... quisiera dormir,
pero no puedo emborracharme,
y menos tratar de dormir,
porque no lo lograría.
No quiero tomar nada para
poder lograr un reparador sueño,
que tanto necesito.
No tengo ganas de nada.
Tendría que estar dando gracias a Dios
que tengo vida, pero hoy me siento
como un ser muerto estando con vida.
Tengo mucha angustia.
Hoy he vuelto a tener momento depresivo.
Y un inmenso deseo de... ¿de qué?
¿será de recibir tu llamado,
de que me mandes un mensaje?
Tal vez. Hoy estoy viviendo
un momento de no saber qué hacer.
Hoy este escritor no sabe qué escribir.
No tengo inspiración.
Me faltan las palabras para poder plasmar
en esta pantalla ausente de inspiración literaria.
Este escritor, sólo tiene en su alma una inmensa pena,
y hoy, una vez más, una angustiante soledad.
La soledad del hombre que ama,
y no recibe de parte de ella,
el eco de mi amor.
Espero tu llamado, porque así habíamos quedado.
Ya han pasado dos horas del plazo convenido.
Y en estas dos horas, varias veces te he llamado,
y tu teléfono da sólo ese sonido llamando...
sin obtener tu voz.
Ayer tiraste tu celular, se desarmó...
ayer estabas como enloquecida...
trataste de transmitirme tu locura,
pero yo no lo acepté, y me comporté
con una total indiferencia.
Y hoy estoy pendiente de tu llamado.
¿cómo puedo ser tan crédulo?
No me llamas y es como si el techo
se me cayese encima...
Pero no me mata. Aquí estoy, vivo.
Siento palpitaciones. Son los nervios.
Es esta inútil espera de un llamado
que no quieres hacer, porque sabes
que me está haciendo mal su ausencia,
y quieres tomarte la venganza del silencio.
Ayer mismo me dijiste que me amabas.
¿crees que tengo que creer en tu amor?
El amor... ¿ existe tu amor hacia mí?
Tendría que levantarme de este asiento
que me tiene adherido como si estuviese
pegado con cemento...
Levantarme e irme... sí,
irme de aquí... me siento
como un perro rabioso enjaulado.
Te dejo un pensamiento,
haz de cuenta que lo recibes,
aunque no te llamaré
ni mensaje te dejaré,
¿crees que tengo que creer en tu amor?
Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto - 03/06/2013)