No basta con escapar de la realidad
y posarnos sobre islas flotantes
entre nubes de oro y rosa, distantes
de todo, allí no está nuestra heredad.
Los quijotescos molinos están abajo
nuestro camino de flores es la Tierra:
quiero al hombre real, que se aferra
al paraíso perdido, al necesario trabajo.
Busco al hombre y la mujer necesarios
a los mejores constructores de sutil poesía,
los forjadores de preclaros idearios.
No me interesa en los cielos la utopía
aborrezco la paz de los cementerios
no transitaré nunca esa etérea travesía.