No hay paredes.
No hay colores ni formas,
sólo hay luz.
Siento una enorme mano
que me empuja y me levanta.
Bah, no sé.
¿Dónde es arriba o dónde es abajo?
No camino ni floto, pareciera
que me deslizo placenteramente.
El murmullo de un arroyo me tutela.
A medida que me acerco a ese sonido,
un aroma de azahares me embelesa.
Alguien susurra mi nombre.
Alguien más lo hace, y alguien más.
¿De dónde esas voces?
¡No tendrían que estar aquí!
Eso me perturba - ¡se supone
que este lugar es para mí! –
Ahora sí hay formas,
y hay colores, imágenes,
muchos sonidos y más voces,
…
Pero no estoy yo.