Hay frio de estrellas sobre el rio
y tristeza en mis huesos,
que hunde su uña de azufre
tan lentamente que nadie nota.
Esta noche me toca morir de cenizas,
lo blanco del sueño su tundra prepara
en la despeinada quietud.
Solitaria sombra en mi sombra ojea
mi destino dudoso, mi red desconocida
en el azul espejo del invierno.
¡Ah, qué libro misterioso mi destino!
¡Qué piedad de serpiente huye!
Las aves del árbol de mi alma
hace mucho enmudecieron los trinos
dejando marchitos sus nidos
en otoño de fuego apagado.
Mi primavera atesorada escapa por hendiduras
de viento y pena, las flores
fue abandonando como se olvidan
las historias de los libros.
Mi pergamino turbado se ensancha
en el laberinto de un mar sombrío.
¡Ay penas puntuales como olas!
¡Ay corriente seca de anhelos!
¡Ay lirio gastado de la esperanza!
¿Qué mundo sin forma me aguarda?
Los claveles de mi infancia se extraviaron
en la mano arrugada de los campos.
No soy el mismo
que paseaba por las calles del sol,
con alforjas atestadas de diamantes.
¡Ay ruiseñor del crepúsculo!
¡Ay constelación de calaveras!
¡Ay bala del silencio!