Soñé que me soñabas, enamorada de mi tú estabas.
Tu sonrisa reflejaba júbilo sin igual,
comiéndonos una manzana a sonrisas,
recogiendo el jugo sobrante con besos dulces e inminentes
segundos de placer, pasábamos al atardecer.
Te dibuje una vida en tu vientre,
y te compraba una razón para vivir y seguir de pie,
defendiendo en ti el fruto de rosas rojas en tu colchón
pero sembrando la semilla de una nueva ilusión.
Mi papel viejo estaba ahí siempre con nosotros,
como periodista personal, para escribir lo que pasaba
y estaba a punto de pasar.
Es cierto, teníamos peleas que comenzaban a gritos
pero terminaban siempre en el sofá con rechinidos.
Cuantas tardes pude soñar,
tu cabello derramado en mi almohada.
Mis manos en tu vientre
y mi deleite en las caricias de tus manos.
He decidido algo, algo sensato.
Quemar mis deseos en la hoguera del amor quemado.
¡Pero de qué sirve lo sensato!
si nada puede llevarse este hartazgo de mi amor
en tus manos.
De mis jardines en tu vientre
y mi deseo en tus labios.
Aunque queme mis desvelos, estos se harán humo
y yo también lo soy y seré
y siempre ese humo te hará toser
y se tatuara en tu pecho
y te recordara siempre de alguien que se murió de querer.
Escribiendo esto, despierto con el arroyo susurrando
que esto fue solo un sueño.
Aquel papel viejo solo dice algo escrito en su cuerpo: TE QUIERO.