Paseo por la metrópolis
y los ojos son de prisa,
casi tanta,que la lluvia no moja.
Busco el levantar de la mañana;
pero el gallo no canta,
ni se abre la flor dormida.
El ulular de una sirena
me asalta,y pienso:
quizás lleve un ultimo paso
que al acerado no importa,
y me siento el único extraño.
En este bosque de piedra
las lineas rectas se pierden,
parecen soldados en un desfile
sin jamas salir de esa lid.
Aquí,poco sentido tiene
el blanco de los nardos,
y la hermosura de la orquídea,
y el orillar de las olas.
La ciudad es una filigrana
donde se agiganta el destierro
con campanas de nupcias.
¡que mundo de cipreses!
a pesar de tantos labios.
La urbe me ahoga,
y no soy el único ahogado,
me lo dicen las crines
con su hollar a ningún lado.
Este no es mi terruño ¡no!.
Aquí el vergel es un sueño
en una nevera guardado,
mi soñar no es de hielo,
y si un limonero lanado.