Alejandrina

CASTAÑO AMIGO

 

El viento ya no puede traerme

el siseo de tu frondosa cabellera

viejo amigo y centinela de mi infancia,

guardián de mis primeros pasos,

no sabes lo que siente el corazón

cuando veo los restos de tu esencia

reducida a un pobre tronco seco.

Enraizado en mi  inquieta alma de cigarra

aun verdea tu prosaica vestidura,

me cubre tu abrazo generoso

de tupida sombra

parasol de la casa y sus fantasmas.


Apoyada en tu áspera corteza 

lloré nostalgias primitivas 

esas que de pecho adentro,

ya de tarde le voy poniendo palabras,

fue en tus profundas grietas donde escondí 

mis perlas negras, las prisioneras trenzas.

Junto al oxidado arado

las ruedas de una desvencijada carreta,  

se puede oír el doloroso quejido   

de una cadera rota,  

pesada dictadura rigiendo  

los designios en la frente.  


Me duele confesarte viejo amigo,  

te digo viejo , porque te siento eterno,  

que mis manos sueñan  

las vetas olorosas de tu vientre  

sobre la suave superficie de esta mesa,  

en el gesto amargo de algún cristo abandonado, 

o en el barquito de papel que surca

mis mejores sueños.


Quisiera apoyar en ti los codos

el vaso con que brindo por los hijos, 

por las lilas que perfuman sendas antiguas,

por los grillos que me pueblan de sonidos  

y volver escuchar la algarabía guardada en tu ramaje, 

como murmullo de amigos

acunados en el pecho. 

 

Alejandrina